Cuando te vistes de ilusión
Cuando te vistes de ilusión
Cuando te vistes de ilusión todo cambia, las nubes son más blancas el aire huele a jazmines y los otoños se ven lejanos. Cuando la ilusión llega, parece acabar con las tristezas y te subes a un barco de papel, el que no te das cuenta, pronto se hundirá. La ilusión pinta los colores más fuertes y fluorescentes y te ciega como a quien escucha la flauta de Hamelín.
...Espera...
...Detente...
¿Hace un rato estabas al borde del abismo...?
Y el paso al vacío y la caida te hace recordar que tu vida era otra. Más tortuosa, más gris, más enferma.
El frío junto al invierno se hace presente y el dolor, como la muerte, con su afiliada guadaña, me recuerdan que no he salido de pozo. Que todo fue simplemente una ilusión.
El dolor florece como una rosa carmín en pleno invierno y lástima lo poco que quedaba de tu antíguo yo.
La estrategia no funcionó. Desviar, esquivar, ignorar, aguantar, esperar... Nada sirvió.
Y otra vez, como tantas, te encuentras en el suelo, encorvada pidiendo limosnas de alivio, rogando a que la pesadilla termine.
Las luces se apagaron y la música dejó de sonar... El silencio mudo retumba en los oídos como los ecos de una catástrofe. Mirase arriba y el carrusel de la ilusión sigue girando, no escuchas su música.
Otra vez intentas levantarte pero esta vez no hay fuerzas... Y dejas que los buitres y rapiñas por lo menos sean felices con tus despojos, como Prometeo... Eternamente comido por un ave...
¡Que traición más absoluta! ¡Que autoengaño más infame, dejarte llevar por la ilusión de ser lo que antes fuiste!
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