Bailé
Bailé mucho, todos los días, muchas horas, bailé hasta para los años viejos, acumulé danza como para el día de mañana. Todos los días desde mis jóvenes 22 o 23 años hasta mis 44 o 45. Pero fueron a full. Día, tarde, noche, varias veces en el día, los 365 días del año. Practicaba todo, lo soñaba todo, como una premonición intuitiva de un desenlace próximo. Y me gasté las energías antes de tiempo... y por supuesto no hay repuestos.
Los disfruté al máximo, como adrenalina pura y acumulé experiencias que jamás pensé tener. Tuve una escuela pequeña y mis alumnas me han demostrado su afecto de las maneras más insospechadas. Bailé... Bailé y bailé.
Baile el preludio a un cuerpo que se desgastaba pero amaba lo que hacía. Viví sorbo a sorbo los aplausos y las felicitaciones. Viví en carne propia los nervios de subir a un escenario y dar lo mejor de mí.
No sé si era buena bailando, pero me gustaba, era mí vida y llenaba mí corazón, mientras el conteo del reloj de mí cuerpo iba pasando más rápido. Aún tengo un traje sin estrenar... Lo usaré y bailaré, lo que este cuerpo desgastado me deje. Para que me quede el recuerdo de cada cosa que hice... No se cuántas alumnas pasaron por mí escuela... en los 15 años... Hoy deberían se 17... Construí un pequeño mundo... Un micro espacio para mí... Y ha sido hermoso. Aún intento bailar, las músicas hacen juegos en mí como invitando a moverme.
Baile... Si baile, con el corazón roto, con el corazón feliz, enferma, cansada, triste, baile para dejar atrás malos momentos y para traer buenos a mí vida. Fallé, me caí, me levanté y seguí intentándolo. Baile con una sola alumna y con 20 o más también. Pase frío, calor, corrí con mis alumnas pequeñas en los brazos para que alcanzarán a bailar. Preste material. Escuché problemas. Di becas, apoye talentos... Me decepcione, lloré, y seguí bailando aunque el mundo se caía a pedazos, rompí paradigmas, estreche lazos con personas impresionantemente buenas. Personas ideales dignas de administración. Entregué mí vida a esta causa y la viví a cada segundo...
No importan los premios, los viajes, las medallas, ello es fútil, cuando llevas en el alma la vocación de bailar. No faltaba a mis clases, me dedicaba a sacar pasos que no me salían. Bordaba mis trajes, preparaba mis escenarios y trabajaba a la vez... Todo ello me ha traído hoy hasta aquí. Me exigí, y no me di tregua. Siempre pensé que podía hacerlo aún mejor. No me fijé en la competencia, porque nunca pensé en mis colegas como tal, también me ponía feliz de sus logros y aún lo hago.
No debo tener miedo al cambio, porque nadie me quita lo bailado, lo aprendido, lo vivido, los escenarios pisados. Hoy dejo en mis alumnas el legado de amar la danza, con la pasión que siempre nos caracterizó como escuela. La vida está marcado mí punto final y entre la felicidad y la tristeza hay una brecha delgada que las separa, pero debo mirar hacia adelante. Mí cuerpo dijo basta y era algo inminente que no quería ver...
Todo ocurre por algo en esta vida y de todo se aprende... Sobretodo que no somos eternos y que la vida sigue aún más allá de nuestro problema o desgracia. Mí gratitud a Dios que me sigue sosteniendo y ha cuidado mis pasos. En mundo aún sigue rodando y aún estoy en él.
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