Miedo
Miedo
Precoz en el pecho, se anuda como un cuerda, se retuerce entre las entrañas como un fugitivo de la felicidad. El miedo hacedor de llantos, trafica con la incertidumbre y el desconcierto, es el peor de los compañeros, empaña los mejores momentos de tu vida. Y se convierte en un problema sanguíneo y visceral... Lo llevas a cuestas pegado a tu vida y a tus sueños truncados. Te queda mirando fijamente en los momentos tranquilos, aquellos que debías disfrutar al máximo, pero está ahí para recordarte algo...
"Nada es eterno, pronto volverá"
y así empieza a enquistarse en tu vida diaria, hagas lo que hagas, el miedo está ahí. Y así vives, con miedo al dolor, pero al dolor máximo, aquel que te doblega y mantiene tu cabeza apoyada a la cama, sin poderte levantar. Entonces, empiezas a reducir tu rango de movimiento, empiezas a ver con cual pie puedes subir una escalera, cuántos minutos puedes estar sentada, cuanto aguantas parada, cual es la mejor posición para dormir y agregas almohadas que te ayuden a evitar lo inevitable. ¿Podré salir hoy ha haces trámites?, ¿Me darán las fuerzas para ir al hospital? ¿Podré cruzar la calle? Y todo te dá miedo porque sabes que el dolor recaerá sobre ti aún no te hayas levantado de la cama. El miedo abunda, se multiplica, crece, avanza y con la certeza de un viejo que ha vivido muchos años, te observa caer en el pozo más profundo del dolor. Te ve luchar, te ver pelear y defenderte, pero él al igual que los demás, nada puede hacer, solo verte llorar en la soledad más profunda y volver a verte intentándolo de nuevo al otro día.
Junto a él, con el miedo a cuestas, te preguntas se algún día todo terminará. Es muy difícil cargar con un dolor crónico. Paseas de médico en médico sin respuesta. El dolor continúa y nadie sabe porque. Es muy difícil llevar un vida normal, es difícil distraer la mente con un dolor tan agudo. Hasta parece que cuesta respirar y duele hasta vivir. Todo pierde brillo y color, solo soportas el día, hasta que vuelves a la cama y tratas de dormir para olvidar el mundo. Lejos de los ruidos, lejos de la gente.
Las tareas más sencillas se tornan difíciles, ponente una media, dar unos pasos, lavar los platos, salir al almacén de la esquina. Todo se diluye en el mismo ciclo, raspando la rueda con el mismo obstáculo.
Dolor crónico y Fibromialgia
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