Musa de la noche

 


Moría el día, mientras el sol se escabulle en el horizonte, dejando estelas amarillas agonizantes y pálidas. Parecía no querer despedirse del paso del día, como si una gota de remembranza lo atrajera y extendiera un poco más. Las últimas aves recorrían el cielo raudas marcando surcos en el viento, mientras impavida la noche esperaba como una musa negra y pálida. Caminaba lento, llevando el hilo de la muerte en sus manos, tan fría y sola, que daba pena su andar taciturno. Sus cabellos negros, terminaron de tapar los últimos vestigios dorados del sol y un perfume a madreselva surgió como un mito esperado. Lánguida y silenciosa, comenzó a colgar estrellas que no podía contar y que al acabar la noche volvía a guardar en su caja de sueños. Ininterrumpidamente todas las noches aparecía la musa de noche, colgando estrellas, para luego, sacarlas de una a una, al aparecer el alba. Había sido hermosa... Aún lo era, sus ojos eran como dos luceros tristes, cómo grandes lámparas de noche, pero el tiempo la tiño de negro y su risa se desvaneció entre lamentos. Se volvió oscura e infinitamente negra. Vaga todas las noches triste y solitaria, el silencio la inunda y todo calla cuando pasa. Va con su caja de sueños y en sus cabellos luceros engarzados, va por la noche tras la luna, con pena y delirio, portando el hilo plata de la muerte.

Noor Yahann

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