Aún no sé qué pasará mañana.

 


Aún no sé qué pasará mañana.

Aprendí a la fuerza a no planear más allá de mi sombra. El dolor me obligó a vivir el hoy, el momento; paralicé mi vida como si cada día fuera el último. Agonicé en una espera eterna. 

Hoy, por momentos, me gana la ansiedad y quiero hacer todo lo que dejé atrás. Pero estoy en el intento de reconstruirme, de reencontrarme, de armar mis pedazos rotos. Estuve mucho tiempo mal… años… Y aun en una milésima de dolor, siento miedo de volver atrás, de no haber sanado, de desandar el sendero de la cura. Como si viviera una ficción, una filmina donde mi vida se torna feliz. 

Mi mente recuerda el dolor y lo busca, no porque lo quiera, sino por miedo. Es difícil esta transición. Pensé mil veces en la cura, en mis años sanos, y ellos no están. El dolor se ha ido, pero mi cuerpo aún no lo comprende; mi mente todavía divaga en la demencia. Estoy en esa delgada línea siniestra que no tiene explicación: el punto cero. Donde no hay viento, solo ruido blanco.

 He vuelto de una catástrofe y no puedo armarme. El duelo del silencio se ha hecho carne. 

¿En verdad no volveré a ser la misma? 

¿En verdad he perdido mi cuerpo? 

¿Se irá alguna vez el miedo? 

 Los días siguen siendo largos. No han cambiado. Mi cuerpo siente los estragos que dejó el dolor. Son como grietas, y el cansancio me viste apenas despierto. El dolor sordo murió en la sala de operaciones; sin embargo, su recuerdo me sigue persiguiendo. Seis años de dolor continuo día y noche… ¿Cómo te recuperás de una guerra así? No hay instrucciones para seguir, no hay acompañamiento terapéutico para una persona que sobrevivió a una guerra interna. 

 ¿Qué hago con el despojo que quedó? 

¿Cómo lo armo? 

Ser fuerte es el primer paso; la paciencia, el segundo. El resto los iré descubriendo.

Noor Yahann 

Dolor crónico y Fibromialgia 



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